domingo, 4 de diciembre de 2016

PALABREANDOSE EN VISUAL o la juntura del experimento en Seco a ritmo de un Jazz




Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes un texto de Ender Rodríguez donde se hace un acercamiento a la labor creadora de collages del poeta venezolano, nativo del estado Falcón,  César Seco.

Deseamos disfruten de la entrada.

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“…Me dice que si vengo a mostrarle algo de lo que escribo, por favor no salga corriendo cuando me diga que eso no sirve, mierda. El silencio ha puesto sus huevos entre los dos enseguida y yo le miro fijo, mudo y él continúa: -Muchacho, como decía un lucero, todo es parte de un largo y razonado desarreglo de los sentidos…”

César Seco sobre Dámazo Ogaz


Me paseo como de salto en salto por las letras del poeta César que de Seco nos deja una humareda de liquidez verbal encolada. Los collages de nuestro querido poeta, son como una forma de permitirle a la otredad, poder asomarse empapándose incluso de algo de imagen que habla. Estornuda a veces. Silencia en otras. Cerrada en cierto manejo compositivo. Algunas palabras recortadas parecen apilarse y me detengo porque en memoria vuelvo al kínder con César. A mí me hincaban en maíz y me golpeaban. Le pregunté a Seco sobre el inicio de estos trabajos y me dijo: “Tres años siendo llevada a las tablas posters, pero es una cuestión de toda la vida, desde que era un niño distraído en el último pupitre del salón de clases y un maestro arrecho me arrojó un borrador que me nockeó “ .

Mi persona va apenas de ensayo, como asomao en el festín apenas. No escribo como el crítico que tampoco soy.

Me llamó mucho la atención que el poeta entrara en esa necesaria y riesgosa contaminación de lo transdisciplinario, o sea lo que entrecruza cual cuchilla una cosa con otra. Esa hibridez donde el escritor va dejando que la imagen del papel que tiene parte de su alma se instale en paredes como línea visual de “construcciones estéticas del experimento”, mixtura potencial. Atreverse a insinuar y de hecho lanzar al ruedo su discursividad encajante y desencajante, cantada de personajes, narraciones multiversas, es un largo reto donde atraviesa campos artísticos poco llevados a la ósmosis, al crujir de latencias, de metáforas plegables. En este caso, y en el poeta existen unas honestidades e in-vivenciaciones detonantes tales que nos hablan de “otra cosa” en esta práctica del collage. No es sólo ponerse a recortar y armar. Es que César nos relata su vida. Cada personaje lo conoce y lo ha absorbido, sea por la nariz, el ombligo, la boca, la ingle, el seso retraído o el seso que se expande. Y Argelia lo sabe. Su esposa poeta le escucha ese cante. A veces creo que le suena a duende aunque no sea español sino coriano e sepa. Eso del duende es de lo que hablaban otros poetas que del mar vienen. Veo de alguna forma apuntes para un posible intento de periódico mental en estos collages, un intento de reescribir con cola quizá. En algunos hay ideología, palabreadurías, verbo encriptado, formas que el poeta tiene para ir contando sus cosas. No cualquier cosa. Se trata del auto-relato, el hiper-relato, o el mega-relato. ¿Hipertextos? No lo sabemos ni queremos indagar allí en lo que técnicamente suena a “moda” a charlatanes de lo lírico o a concepto. Sólo me asomo, yo, y dejo la llamarada, escarbo, dejo el reguero. Y César me escucha atento. No busco encantar al estimado hermano, ni alagarle el papel. Me atrevo es a recorrerlo, saborearlo, dejarme hablar y escuchar por sus narrativas que aunque se ven que saltan y se aquietan van reconectándose unas con otras, de madera a madera, de recortecito hasta llegar al cartón, casi al comics imaginario, como cuando uno veía comiquitas y mamá no llegaba. Pero papá sí.

Le dije a César:

“…Osea

dibujas encima

pintas

rayas

etc

es todo un desordenamiento hilarante

interesante el asunto…”

Me dice él sobre su instalación de tributo a Dámazo Ogaz:

“…La maleta es alegoría a ese equipaje poético , está llena de letras recortadas, palabras, fragmentos, figuras, revistas descuartizadas … La de la maleta es una instalación en tres partes el cuaderno abierto colgando, flotando en la sala, el tanque de poceta con lápices, tizas, bolígrafos y tijera en gran formato, y la maleta…”

Hay psicosis en ciertas tramas, relatos, letras. Ese echar goma y recortar pegando por días y años; me recuerda la delicada grasa de los sesos que al calmarse sienten en los dedos de César su propia sutileza; la cual ya ni quisiera es “terapia” ni “sanación pro-poética o hasta popo-ética” eso no existe creo. ¿Auto-liberador quizá el experimento de creación? Yo lo veo como sublimación. Una vuelta al asomo de ciertas armonías cruzadas tras el barco catártico. Bajas y subidas de tono. Después de las últimas tres crisis epilépticas del poeta, sus relatos me dejan entrar y salir del posible laberinto psíquico afectado. Me encantan unas palabras intervenidas con color, otros dibujitos pintados por el “poeta-pintor” que no se asume así mismo tampoco así. Esto lo dije por decirlo. Uno no se asume a veces siquiera como artista.

¿Seremos dizque artistas? ¿Autores? ¿Creactivividades en duende? ¿Acaso Sin duende?

Unas cosas que va armando César me dejan notar imaginerías del experimento. Imaginarios, imaginaciones, imagenología clínica, imagen sin imagen o en silencio. Acá no estamos ante un ensayo constructivista de estética que busca a gritos algún tipo de legitimación museológica, curatorial o artística por parte del “supuesto jurado mayor” o el crítico que le toque tocar el bongo de curador.

Yo, humildemente, siento y percibo estas construcciones verbales que suenan como una improvisación experiencial decantada. No es improvisar sin cante o sin rima. Hay allí una linealidad interior que suena a músicas visuales complejas, complicadas y armónicas muchas. Unas juguetean, están otras que se mueven entre ciertos tormentos o sufren atrapadas el colapso y entre goma. Algunas o ciertas partes del trabajo muestran un desborde efusivo, una alegría extrema, súbita. Lo vívido está allí. Parecen ciertos crucigramas recreados por un cerebro recreador, unas manos tijerean el propio duende que habita en el que crea poéticas con goma.

Acá le decimos cola. Me refiero a San Cristóbal donde me vi con César hace semanas y en un bar estuvimos charlando sobre Dámaso quien le dijo a éste que se sentase al revés y que sintiera el poema visual. Y le decía a César mirándolo como en duelo: “¿Lo sentiste? Eso es un poema visual”. Y hacían acción de calle al ir entregando a las personas, unas publicaciones poéticas de mano en mano entre aceras y un sol sudado. Y la mayoría de los papeles impresos a los coñazos y con las uñas, eran botados por la gente en los basureros de piña, peladeras de verdura y mugre; donde al ser hojeados por las personas, éstas tiraban con hastío o mutilaban los papeles impresos hechos la noche anterior.
Se miraban, César y Dámaso impactados.

Esta basura de letras olía a estiércol de zanahorias y a zumo de tripas, aguasangre, tejidos de parásito en lírica.

César Seco. Fotografía de Anthony Alvarado


Dámaso le decía a César: ¡Viste! ¡Esa vaina es poesía!

Aproximándome a poder sensorializar con los collages de Seco, diría que pareciese que el poeta se apresura en hacerle una autopsia a un cuerpo vivo. Sin embargo, lo hace muy lentamente y con cierta obstinación gozosa, o cierta compulsión interna. Abre cada revista y descuartiza delicadamente órgano tras órgano. El poeta pasa de una imagen (escrita) a otra (hecha visualidad instalada). En plena inauguración hace una especie de performance dialogante entre la sonoridad y el poema leído accionalmente. El saxo suena, excita al poema y la voz del poeta le hace su jazz al verbo entre cuerpos que sudan. Yo tenía una deuda con la duda de hacer este texto. La deuda orgió a la duda, y aquí estamos escuchando al imaginario Miles y Mingus en cassettes al tono de César. Éste que escribe es así, erra errante los errores sin el “yerro”. Así escribo para el poeta. No sé si tratar de indagar en cada cuerpo encolado, sea imaginar un “matrix” en cada matriz de papeles empegostados, incubados, pululantes, orgánicos. César sabe muy en su inconsciente que debe terminar cada cuerpo construido. Escribe con recortes lo vivido, necesita que sepan que es un relato autorreferencial, con cada poro y trozo de hiel. Aunque creo que no están terminados esos cuerpos collages; el Dr. Yekill tiene abierto cada cuerpo esperándole. No es fácil terminar lo que se inicia apenas, y por su combustible creo que dará más candela.

Lo vívido se inmiscuye en este trabajo. La vida se desliza, jode y se deja joder, aplaca y es aplacada en cada imagen cruzada entre rompe-cabeza y amalgama e letras. Esa juntura es una fórmula de estructuras, inexactas, toscas, acariciadas en su tosquedad. Veo cosas apiladas y otras suavemente encuadradas, como queriendo tomar vida. El poeta toma cada víscera y la va tejiendo. Men at work / Seco dixit y es él y sus “otros él”. Sé de esto porque cruelmente de niño abrí una rana y de piedras dejé dentro sus costuras y la sangre verde. En mi caso, de no haber sido poeta hoy estuviese muerto o preso, quizá colgando en un lugar. No digo más.



El corte y pegue y pinta y dibuje de César tiene su psique en la movida y también es orgásmica. Se riega la goma por entre los interiores bordes de celulosa, y abierta recibe su semen (aglutinante, sediento) y reúne el cuento construido. Será la esperma blanca luz o sangre láctea pregúntase el poeta. Por otro lado, el desguace corporal que va rearmando César lo acerca a un Hannibal Lecter autobiográfico y narrativo. No es la excitación o el morbo de matar, sino creo que busca es revivir cuerpos que no han muerto, almas, memorias, poesías, historia, espíritus que acompañan a Seco y le siguen

hablando como su propia voz. Esa que no calla ni deja dormir a César por las noches.



Creo también que el acto de encolar en César es un ritual, se arropa desde lo sagrado y le permite decantarse. Ser luz cuando hay lodo hasta dentro de sí. Las grietas dejan que se asome y sea. Lo deja a uno serse.

“Seremos tipos alucinantes o alucinados” pienso al escribir esto, no lo sé. La poesía lo dirá. Los collages contarán el cuento pasado mañana.

Dejo estos acercamientos a manera de vistazo lúdico, disección que mira de reojo dentro de sí. Erro ha hablado y la cola espera en la casa taller de Punto Fijo donde suena Miles y Mingus y la tijera abierta sedienta espera con su hambre particular. Seco trata de dormir. La voz calla y deja eco por ahora

Por: Ender Rodríguez



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Ender Rodríguez. San Cristóbal, Venezuela, 1972. Escritor y artista multidisciplinario. Licenciado en Educación Integral. Ha publicado Cantos del origen, San Cristóbal 2002 (CONAC, NNEE, Amerindia); El sofá de Beatrice, poemas y cuentos perversos Caracas, 2006 (CENAL), Creactivo, Apuntes sobre arte y creatividad San Cristóbal, 2007 (Bariquía, Gobernación del Estado Táchira); Primavera cero, Caracas, 2008; además de publicar ensayos, poemas y cuentos en otros libros, revistas, periódicos y páginas web. Posee algunos libros en proceso de publicación. Ha obtenido variados méritos como escritor e investigador cultural. Trabaja en proyectos de audio-poemas, fanzines y publicaciones alternativas no convencionales.

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César Seco. 


Poeta y escritor venezolano. Sus libros de poesía publicados hasta 2006 fueron reunidos y prologados por Gonzalo Ramírez en Lámpara y silencioMonte Avila Editores Hispanoamericana. Con El  viaje de los Argonautas obtuvo el premio Bienal de Poesía Ramón Palomares (2005). Ha publicado así mismo Transpoetica, ensayos, por El perro y la rana (2007). Recién ha publicado dos libros que dan continuidad a su obra poética: La playa de los ciegosEdiciones Imaginaria, y El poeta de hoy díaEdiciones Madriguera. Ha participado en diversos eventos literarios fuera y dentro del país, como el Festival Internacional de Poesía de Medellin (2006), su poesía ha sido parcialmente traducida al ingles, italiano, portugués y árabe sirio.


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