lunes, 5 de septiembre de 2011

"Lírico y épico y cantor, Valera Mora reúne las cualidades de los grandes juglares dionisíacos"

Una reseña del libro "Amanecí de Bala"
en el primer número de la revista Zona Tórrida




Número 1 de la Revista Zona Tórrida en 1971



Estimados Amigos


Hoy le obsequiamos una de las primeras reseñas del libro Amanecí de bala de Víctor Valera Mora, realizada por Baica Dávalos para el primer número de la revista Zona Tórrida.


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Victor Valera Mora. Amanecí de Bala. Editorial Cabimas, Mérida.



Walt Whitman solía decir de sus Hojas de Hierba, "cuando toquéis este libro, tocaréis a un hombre". Esta frase resalta al leer el poemario de Víctor (El Chino) Valera Mora y pasearse por el caballo de sus páginas, con una guitarra terciada al hombro y las rancheras despechadas en la rocola de una cantina, al borde del camino de Yaracuy, que se llama La Primavera. Y está, por supuesto, el sol, de San Juan de los Morros y las brisas de la Ciudad de los Caballeros y el rugir de la quebrada en una medianoche oscura como los pensamientos de un asesino, en donde un grupo de los otros poetas de la Pandilla Lautreamont, se bañaban vestidos entre los pedrones monumentales, pasando los tiritones con puñaladas de cacique. Desde su exhortación preliminar ya está puesto el primer upercut a la mandíbula sensible del lector: "¡Odien! Hártense de poesía!". Y la entrada de los años 63, con la guerrilla enarbolada en todos los corazones ansiosos por un gran día rojo, le arranca al poeta los apostrofes más duros contra la bichería politiquera, que menea la ensalada presupuestaria. Los epítetos llegan al climax más demoledor en el poema Nombres Propios, donde, con pelos y señales, se procede a aplicar aquella receta de la página 151 qué dice: 

"En poesía cuando hables de los imbéciles / no vaciles en estrujar sus rostros / con estropajos impregnados en ácido de batería..." Pero es curioso que el primer lugar lo ocupen en el poema los nombres de "los príncipes que vivirán en ciudades resplandecientes" y las "mujeres de se¬nos que el corazón no olvida" y que para decir todo este largo poema de ternura, advierta que él (el poeta) "yo que no sé hablar con ternura / que me resuelvo mejor en el odio", cuando todo el libro que sigue a la voz eminentemente política, es una gran canción de amor. 

¿No es acaso ternura infinita lo que surge del poema Tender: ¿O esas otras estrofas, de un himno de añoranza y amor, en donde superpuestos a la guerra y los bombardeos los ojos de Laura eran Londres? Lírico y épico y cantor, Valera Mora reúne las cualidades de los grandes juglares dionisíacos. La suya es una voz fuerte y alegre y el tono de sus baladas de amor, nunca olvida una nota humorística que tiene una semejanza de parentela con el humor de los Beatles y la vagabundería reñidora de Francois Villon.



El libro, que reúne la poesía de Valera Mora desde los años 63 al 71, está ilustrado con dibujos de Carlos Contramaestre, además de una portada a cuatro colores del pintor. La contratapa trae una reseña de Salvador Garmendia que tiene todas las apariencias de un cuento. Lo distribuye el Fondo Editorial Salvador de la plaza.



Baica Dávalos



Baica Dávalos (Argentina, 1919-Venezuela, 1983). Desde que Baica Dávalos llegó a Caracas en 1959 anduvo ejerciendo su pasión por la crónica, por la creación de las revistas culturales y por un magisterio vital compartido bajo el signo del riesgo. Digamos que Baica era como un adolescente perpetuo en diálogo continuo. Vivió en México varios años; allá publicó Papeles de Abundo  (1964). En Buenos Aires había dado a conocer Interregno (1968), mientras que en Venezuela nos entrega sus obras de madurez: La piel de las víboras (1968), Aparecidos (1973), La mar en coche (1976) y Entreverado (1979), cierra magistralmente su ciclo vital y da cuenta de su atribulado paso por las noches del azar.

Jiménez Emán, Gabriel. Relatos venezolanos del siglo XX. Selección, prólogo y bibliografía. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1989, p. 228.

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 Baica Dávalos fue secretario de redaccion de la revista Zona Franca




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